lunes, 18 de mayo de 2009

Hincossayd Revista de Cañada Juncosa Cosas de Pueblo

Para los que somos de Cañada Juncosa


Qué bueno es ésto de Miguel Delibes: "El pueblo en la cara“

Cuando yo salí del pueblo, hace la friolera de cuarenta y ocho años, y me topé con el Aniano, el Cosario, bajo el chopo del Elicio, frente al palomar de la tía Zenona, Cena, ya en el camino del Pozal de la Culebra. Y el Aniano se vino a mí y me dijo: "¿Dónde va el Estudiante?". Y yo le dije: "¡Qué sé yo! Lejos". "¿Por tiempo?" dijo él. Y yo le dije: "Ni lo sé". Y él me dijo con su servicial docilidad: "Voy a la capital. ¿Te se ofrece algo?". Y yo le dije: "Nada, gracias Aniano".


Ya en el año cinco, y al marchar a la ciudad para lo del bachillerato, avergonzaba ser de pueblo y que los profesores me preguntasen (sin indagar antes si yo era de pueblo o de ciudad): "Isidoro ¿de qué pueblo eres tú?" Y también me mortificaba que los externos se dieran de codo y cuchichearan entre sí: "¿Te has fijado qué cara de pueblo tiene el Isidoro?" O, simplemente, que prescindieran de mí cuando echaban a pies para disputar una partida de zancos o de pelota china y dijeran despectivamente "Ése no; ése es de pueblo". Y yo ponía buen cuidado por entonces en evitar decir: "Allá en mi pueblo"... o "El día que regrese a mi pueblo", pero, a pesar de ello, el Topo, el profesor de Aritmética y Geometría, me dijo una tarde en que yo no acertaba a demostrar que los ángulos de un triángulo equivalen a dos rectos: "Siéntate, llevas el pueblo escrito en la cara".


Y, a partir de entonces, el hecho de ser de pueblo se me hacía una desgracia y yo no podía explicar cómo se cazan gorriones con cepos o colorines con liga, que los espárragos, junto al arroyo, brotarán más recio echándoles porquería de caballo, porque mis compañeros me menospreciaban y se reían de mí.




Y toda mi ilusión, por aquel tiempo, estribaba en confundirme con los muchachos de ciudad y carecer de un pueblo que parecía que le marcaba a uno, como a las reses, hasta la muerte. Y cada vez que en vacaciones visitaba el pueblo, me ilusionaba que mis viejos amigos, que seguían matando tordas con el tirachinas y cazando ranas en la charca con un alfiler y un trapo rojo, dijeran con desprecio: "Mira el Isi, va cogiendo andares de Señoritingo"… …………………………………………………………………………...

Pero un día yo cambié y ………….lo curioso es que allá no me mortificaba tener un pueblo y hasta deseaba que cualquiera me preguntase algo para decirle: "Allá, en mi pueblo, el cerdo lo matan así, o asao." O bien: "Allá en mi pueblo, los hombres visten traje de pana rayada y las mujeres sayas negras, largas hasta los pies " O bien: "Allá, en mi pueblo, la tierra y el agua son tan calcáreas que los pollos se asfixian dentro del huevo sin llegar a romper el cascarón" O bien: "Allá, en mi pueblo, si el enjambre se larga, basta arrimarle una escriña agujereada con una rama de carrasco para reintegrarle a la colmena."


Y empecé a darme cuenta, entonces, de que ser de pueblo era un don de Dios y que ser de ciudad era un poco como ser inclusero y que los tesos y el nido de la cigüeña y los chopos y el riachuelo y el soto eran siempre los mismos, mientras las pilas de ladrillo y los bloques de cemento y las montañas de piedra de la ciudad cambiaban cada día y con los años no restaba allí un solo testigo del nacimiento de uno, porque mientras el pueblo permanecía, la ciudad se desintegraba por aquello del progreso y las perspectivas de futuro.



Miguel Delibes.1964.Viejas Historias de Castilla La Vieja

martes, 30 de diciembre de 2008

Hincossayd revista de Cañada Juncosa Iglesia "La Concepción"

Descripción Iglesia (3ª página)

Adosadas al mediodía, Capilla y Sacristía, ésta con ventana de esquina de sillería almohadillada y buena reja.

 

La Sacristía avanza hasta alcanzar el muro frontal del ábside, dejando oculto por el exterior uno de los tres lados que tiene la cabecera .

Al interior bóveda rebajada con dos tramos de lunetos en los pies y techo de madera.
 

Al lado norte, en la parte anterior de la Iglesia, sendas Capillas con cúpula de media naranja.

 

La Sacristía con techo de madera en cuarterones sobre vigas decoradas en la cara inferior con relieves ovalados de espejo en fila.





Nomenclator de la Diócesis de Cuenca

lunes, 29 de diciembre de 2008

Hincossayd Revista de Cañada Juncosa Iglesia "La Concepción"

La Iglesia de Cañada Juncosa (2ª página)

Enseres y Mobiliario


1. Pareja de tablas con el Nacimiento y Epifanía con arco conopial en la parte superior. (0.98 x 0.65)

2. Trece tablas con marco sencillo, Apostolado y el Señor, "Legado de D. manuel Fermín Garrido.

(0.37 x 0,28)





3. Lienzo con paisaje de río y rocas y de tamaño muy pequeño en un ángulo; S. Juan Bautista con la imagen del Señor, también de tamaño muy pequeño, acompañado de Andrés y Juan en el lado opuesto. (0.56 x 0.69)


4. Crucifijo de cobre plateado; cruz plana pintada de oscuro con remates de perilla en los extremos con calavera y tibias a los pies, de metal plateado. (0.60 x 0.30)






El 28 de Febrero de 1581, el Visitador del Obispado visita nuestra Iglesia y encarga al platero Cristóbal Becerril la fabricación de este crucifijo.


Nomenclator de la Diócesis de Cuenca

lunes, 25 de agosto de 2008

Hincossayd Revista de Cañada Juncosa Iglesia "La Concepción"

La Iglesia de Cañada Juncosa (1ª página)


En 1650 se llamaba Natividad de Nuestra Señora.
Hoy es La Concepción.




En 1581 el Visitador la describía:
“Una nave de mampostería, cubierta de madera”.

Templo de diversas épocas, de buena traza a los pies y mayor elevación que el resto. Espadaña de sillería de composición perfecta, conjugando bien líneas, alturas, vanos para las campanas, frontón, etc.


Portada de doble boquetón, con sencillo collarín de anillo cobijando el arco con cornisa y pedestales en los extremos, apoyados en ménsulas poligonales a modo de conos invertidos,


reminiecencia del alfiz árabe.



Nomenclator de la Diócesis de Cuenca

Catálogo Monumental Diócesis Cuenca